Estamos en tiempo de navidades y, para estos momentos, nos llega un cuento bien diferente. Escrito por Paola Camargo, art-ivista colombiana, historiadora e integrante de la Colectiva Feminista Las Colaboracionistas, Pao trabajó durante dos años de su vida con personas que habitaban la calle y, en su honor, escribió este cuento creado con sus palabras, sus sueños y sus realidades.
Esto, también, es Colombia. Esto, también, es la navidad. Pura y dura.
Que lo disfruten.
(Va, primero, una introducción escrita por la propia Paola sobre cuándo y cómo y por qué escribió el cuentico. Para leerlo completo, ya saben, pinchen en el título de esta entrada).
Un cuento de navidad diferente: "Nunca te haría daño" (por Paola Camargo)
lunes, 20 de diciembre de 2010"Hace ya más de una década, por estas fechas empecé mi trabajo como ‘educadora de calle’ en una ONG ubicada en Bucaramanga. En la navidad de 1998, con 18 años apenas cumplidos, empecé mi contacto con la calle (la lle-ca), no como transeúnte, sino para vivirla junto a ellos como una más a quien se le concede de una, sin prevenciones, la confianza y de quien se espera solo una cosa: lealtad.
Diciembre es a mi juicio la época más dura para la gente que vive en las calles. Por un lado, parece como si este mes les exigiera el relato de un pasado feliz; tal vez por eso sus charlas son casi todas sobre recuerdos de una vida lejana menos cruda. Por otro, una sociedad completa orientada hacia el consumo marca aún más las diferencias entre los que tienen todo o algo y ellos(as), que no tienen nada. En este ambiente, se calienta el parche: la frustración, el dolor, la tristeza se vuelven en dos segundos rabia para salir a hacer ‘vueltas’, para divertirse un poco con lo que la sociedad les da: caras de miedo por las pintas del gamín que se acerca, por la redistribución de la riqueza a la brava.
Para rematar, en estas fechas la policía (la tomba) y ejército (los guácaros) se obsesionan con la idea de dar una ‘buena imagen’ para los turistas, lo que significa mantener a los habitantes de calle encerrados, amenazados y no en pocos casos, ‘limpiados’ en las noches por autos sin placas que les dan de aguinaldos ráfagas de ametralladora.
Este cuento nace en el contexto de un diciembre así, en el que empecé a sentir que la jerga de calle era la entraba a una realidad estremecedora, vivida muy a la colombiana, con mucho sentido del humor. Durante dos años la lle-ca fue mi casa, por eso, para mis parceros/as de la puerta del sol, el estadio, san miguel, la 30, quebrada seca, la 27, la 15, real de minas, la concordia y todos los parches de la city, ahí les boto este visage!!!"
Nunca te haría daño
Paola Camargo
Publicado por maremoto en 13:42
Etiquetas: arte, Colombia, literatura, vida cotidiana
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4 comentarios:
Felicidades ART-IVISTA! por ser un ejemplo de compromiso humano y por invitarnos a la reflexión.
Algunas expresiones son totalmente colombianas, difícil entenderlo todo de una.
Un abrazo fuerte desde México!
Un conte molt bonic! El passaré al nostre grup de lectura, el DosaDos, i el comentarem a la propera sessió... En parlarem, se'n parlarà!
Pao, en estas fechas llenas de tantas cosas, como la crisis que estamos padeciendo, que mi pueblo se inundó, uno siente que pasan cosas que van más allá de eso que dicen que se llama razón. Este cuento me habla de esas cosas que se sienten con el desespero de vivir, solo vivir, solo eso, vivir. Cosas que se sienten cuando una mirada dice toda la verdad de una vida. Un abrazo, Pao. Muy necesario tu cuento.
Maravilloso, a veces no sabemos con quienes nos encontramos en estas deambulaciones, pero cósmicamente nos conectamos con quienes son... Por algo conozco a esta bellísima ART-IVISTA, por la fuerza para hacer sus cosas, y soportar otras, por superar las líneas que cruzan nuestros cuerpos y adentrarse a los pasajes de la marginalidad. Marginalidad en la que andamos todxs, aquí no hay nadie que no sea extrangero, hasta nacer en la calle es no serlo. Me fascina la posibilidad del encuentro con lo que distanciamos socialmente, son el reflejo de buena parte de nuestra subjetividad tan apacible y atembada, tan acostumbrada y extraña. La calle, deja los olores quietos y las miradas rancias...
Besos!
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