Los graves peligros de la industria minera

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Se puede decir más alto, pero no más claro.
El catedrático en economía ambiental Joan Martínez Alier nos va desgranando sin prisa pero sin pausa la situación de la minería en Colombia (y otros países limítrofes) y los peligros sociales, económicos y naturales tan graves que acarrea, en un nuevo capítulo del programa periodístico de investigación Contravía.
El 35% del territorio colombiano está en la mira de la explotación, ya sea para metales, hidrocarburos o carbón, lo que pone en riesgo la vida de miles de especies animales y vegetales, así como la generación de agua en los páramos, algo bien preocupante teniendo en cuenta que Colombia es uno de los países con mayor biodiversidad del mundo.
Por otra parte, no son nuevas las denuncias nacionales e internacionales que señalan las desigualdades sociales y la pobreza local que las minas dejan allá donde se sitúan. Sin embargo, estas deudas ecológicas y sociales no vienen solas en este país. En Colombia, especialmente, los daños que las prácticas mineras pueden acarrear incluyen despojos de tierra, desplazamientos forzados, desapariciones y asesinatos de líderes sociales y pérdida de territorio y cultura indígena y afrocolombiana, entre otros, precisamente por los vínculos que dichas industrias han tenido y tienen con grupos armados al margen de la ley (llamados antiguamente paramilitares, actuales "bacrim" - bandas criminales). 
La pregunta sobre el tipo de crecimiento económico que quiere desarrollar Colombia y las consecuencias que está dispuesta a pagar por él es bien pertinente y actual, teniendo en cuenta el auge tan espectacular de la industria minera en toda la región y, específicamente, en este país. Copiar el ejemplo de la constitución ecuatoriana donde la naturaleza tiene derechos propios como tal (art. 71) o hacer que la locomotora económica de un país sea la agricultura local campesina, es una opción. Favorecer las explotaciones a cielo abierto por empresas multinacionales de dudosas conexiones y de nefastas consecuencias, es otra.
Colombia está creciendo, sí, pero ¿a qué precio?

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