Colombia: 4º país en índice de desigualdad del mundo, 1º de Latinoamérica

viernes, 25 de marzo de 2011

Ilustrador artículo de la revista Semana sobre el actual contexto social y económico colombiano, según el cual parece que Colombia adelanta a Brasil como el número uno de la desigualdad en América Latina (y ojo que "desigualdad" no es lo mismo que "pobreza"!!). Aquí aparecen bastantes claves para analizar este país.
Recomiendo su lectura completa, pero para quienes no tengan tanto tiempito, os dejo aquí algunos párrafos (pinchen en el título de la entrada) que me gustaron y/o impactaron especialmente.

Este es el artículo completo: Desigualdad extrema - Semana
DESIGUALDAD EXTREMA - SEMANA
12.03.2012
"Juan Carlos Ramírez, de la Cepal, advierte que hay que tener cuidado con los datos, pues la metodología de medición varía de país en país. "Lo importante no es si somos los primeros o los segundos; lo importante es la tendencia. Seguimos con una política que no ha sido capaz de desconcentrar el ingreso". Colombia ha padecido históricamente una peculiar enfermedad: como lo señala Núñez, pese a que el Producto Interno Bruto (PIB) y el Gasto Público se multiplicaron por dos en los pasados veinte años, la pobreza extrema apenas se redujo en 2 por ciento y la desigualdad está intacta (ver gráficas). "En este país se han hecho esfuerzos para enfrentar la pobreza, pero poco y nada, en desigualdad", dice Consuelo Corredor, que manejó el programa Bogotá sin Hambre en la alcaldía de Lucho Garzón.

Pobreza y desigualdad no son lo mismo, aunque están ligadas. En Colombia, la pobreza por ingresos disminuyó de 54 por ciento a algo más de 45 por ciento entre 2002 y 2009, mientras el índice de desigualdad se mantuvo estable. Estas no son cifras, son personas: 45 por ciento de pobreza son veinte millones de colombianos en la olla.

La desigualdad no es solo pobreza. Para Naciones Unidas y muchos economistas, tiene varias dimensiones, como lo describe el exdirector del Dane César Caballero: además de la posición socio-económica de la gente, cuentan la brecha entre las regiones, las diferencias étnicas y las de género. "Si usted es mujer, afro, no educada, madre soltera y vive en zona rural, no sé qué recomendarle", dice. En todas esas dimensiones, Colombia arrastra problemas históricos.

En la dimensión económico-social, según Núñez, la Encuesta de Calidad de Vida registra un récord que pocos países ostentan: en Colombia, el 10 por ciento más rico de la población se queda con la mitad del PIB mientras al 10 por ciento más pobre apenas le caen de la mesa las migas del 0,6 por ciento del PIB. Para colmo, cada uno de los afortunados en la franja de los más pobres que tienen trabajo mantiene a seis personas en promedio, en tanto que los del tope de la pirámide sostienen solo a dos.

Las diferencias regionales son aún más escandalosas. El ingreso por habitante del chocoano medio es la sexta parte del de un bogotano. Una de las verdades que no encara la política pública en Colombia es el desequilibrio entre las diez principales ciudades, que crecen y son polos de desarrollo, y 800 municipios que tienen niveles de pobreza superiores al 66 por ciento. La brecha entre la ciudad y el campo viene ampliándose. Y en este, con la extraordinaria concentración de la propiedad, la desigualdad es altísima. La pertenencia a una etnia es decisiva: si el promedio nacional de necesidades básicas insatisfechas es de 27 por ciento, el de la población indígena es de 57 y el de los afros, de 66 por ciento. Ello para no hablar de la situación de la mujer, con frecuencia en el sótano de la pirámide social.

"La desigualdad es esencialmente un problema político, que toca muchos intereses, y no ha habido una alternativa dispuesta a enfrentar esos poderes". Para muchos economistas, en el país ha primado la visión ortodoxa de que el crecimiento económico se encarga de resolver el problema de la pobreza y la desigualdad, y eso no ha sucedido. "Colombia es un país premoderno; todo sigue asociado a rentas y a tierras", sostiene Corredor.

Caballero es más categórico: lo que hay, dice, "es una política antipobreza, no de redistribución, no para atacar la desigualdad". Varios de los expertos consultados por SEMANA hablaron de la necesidad de enfrentar el problema también en la cúspide de la pirámide -algo en lo que casi todos los gobiernos de este país han sido muy tímidos-, mediante un cambio en los esquemas tributarios, que tradicionalmente han privilegiado los impuestos indirectos, como el IVA, que afectan a todos, sobre impuestos progresivos que tasen la propiedad, la tierra y su uso, por ejemplo. "La estructura tributaria no se ha utilizado como una herramienta distributiva", dice Corredor.

Casi todos coinciden, eso sí, en que las leyes de víctimas y de tierras, si se aprueban como quiere el gobierno y se logran aplicar de manera consistente, "sí le pegan a la punta de la pirámide", como dice uno, y tendrían un efecto en la inequidad. Machado señala que el Estado tiene muchos instrumentos para repartir la tierra y para obligar a las élites rurales a cambiar. "Se han centrado en la avidez de la renta, que es acumular y acumular sin generarle valor a la sociedad".

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